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- CÁTEDRA UNESCO DE LA COMUNICACIÓN 2025
Del Capital Económico al Capital Simbólico:
Nuevos agentes, contenidos y la reconfiguración
del sistema de poder global
Ensayo
César A. Rodríguez Charry
Comunicador Social-Periodista, Ma. Antropología de la Comunicación. Profesor e Investigador.
rodriguez.cesar@javeriana.edu.co
+57 312 3218156
Introducción
Durante décadas, la Economía Política de la Comunicación (EPC) ha sido una herramienta indispensable para develar y analizar las complejas relaciones de poder que subyacen al conglomerado de los medios de comunicación y la comunicación en general y su relación con los sistemas económicos y políticos. Su rigor analítico nos ha permitido desvelar desde sus orígenes althuserianos, cómo por ejemplo, los medios de comunicación y otras instituciones eran aparatos del poder y de los Estados, para ejercer presión ideológica en la sociedad. También en los estudios de Chomsky y Herman (1988, 19995), por ejemplo se mostró cómo la de propiedad, la concentración de los mercados y las lógicas de financiamiento en el capitalismo, ejercen una influencia determinante sobre la producción, distribución y consumo de la información y la cultura. Fue la EPC la que nos fue revelando las estructuras económicas que podían moldear nuestras realidades comunicativas y señalaban a los mercados como los principales agentes de una opresión que desde el campo de la comunicación, llegaba a las esferas de la vida social.
Sin embargo, a pesar de su innegable legado, a finales del primer cuarto del siglo XXI evidenciamos un nuevo contexto donde se revelan nuevos actores, intereses, formas de actuar y efectos sobre la sociedad que ayudan a dar forma a una serie de preguntas cruciales y que a mi juicio no han sido abordadas: ¿Cómo se manifiesta hoy una parte importante del poder cuando sus intereses no son solamente el dinero y la propiedad, qué otros tipos de capital (simbólico o cultural) son ahora cruciales, y por qué unos y otros luchan por ellos, y, cuáles pueden ser los efectos para la sociedad de este nuevo contexto de conflicto?
Así como ayer perdimos la inocencia frente a los medios de comunicación al entender que ellos eran también una plaza pública para la transmisión de las ideologías de Estado o de los intereses económicos del capital, ahora se propone que debemos perder la inocencia al comprender como ciertos organismos internacionales, organizaciones filantrópicas y ONG´s financiadores de las empresas mediáticas, también cargan en algunos casos con sus intereses no revelados. Así en la definición de la EPC que dice: “es el estudio de las relaciones sociales, particularmente las relaciones de poder, que mutuamente constituyen la producción, distribución y consumo de recursos, incluidos los recursos de comunicación. (Mosco 2009), se entraría a considerar estos nuevos agentes como los grandes protagonistas del momento y evaluar su trabajo y efecto sobre los sistemas de comunicación y la sociedad en general. Como segunda tarea estará saber que, dado que estas instituciones ya tienen garantizada su financiación, el trabajo que hacen a través de los medios en la sociedad debe tener otros intereses más allá que las retribuciones económicas. Y por último y dada la limitación temática de este ensayo se limitará a proponer a modo de posible ejemplos cuáles son los efectos que posiblemente está teniendo en la sociedad occidental.
En respuesta a estas inquietudes, la tesis central de este ensayo es que la fuerza del poder ya identificado por la EPC, presenta una migración, al menos parcial, del capital económico al capital simbólico y cultural en diferentes niveles. Esta nueva forma de influencia, que opera a través de la legitimación de discursos y la imposición de valores, puede manifestarse incluso desde esferas y narrativas asociadas con las izquierdas, o el progresismo, lo que exige un cambio de mirada fundamental en los estudios de comunicación.
En otras palabras y para ir más allá: hoy, un nuevo y verdadero campo de batalla se está creando y va del capital económico, o no solamente, sino el capital cultural y simbólico. En este nuevo campo, el poder ya no se concentra en manos de los dueños de los medios, sino en quienes logran controlar los discursos y valores simbólicos que allí aparecen. Los actores que están ejerciendo esta influencia de forma más efectiva ya no son los dueños, defensores y promotores de los mercados tradicionales, sino aquellos que en niveles superiores operan, por ejemplo, bajo un manto ayuda o de crítica social. Este ensayo desea proponer a la mesa de estudio de la EPC, este nuevo escenario.
La "Batalla Cultural", indicio y puerta de entrada
El valor innegable de la EPC radica, precisamente, en su capacidad para desvelar la influencia estructural del capital económico y la concentración del poder en la esfera comunicacional. Esta corriente nos proporcionó un marco crítico para entender cómo la mercantilización transformaba la información y la cultura en productos susceptibles de intercambio. Asimismo, la EPC puso de manifiesto cómo la creciente concentración de la propiedad mediática en pocas manos (Murdock, Golding, 1974, 1979) no era un mero fenómeno económico, sino una fuerza que limitaba la pluralidad de voces, restringía el acceso a la información diversa y, en última instancia, socavaba los ideales democráticos de la comunicación. Este enfoque, nutrido por la economía política clásica y marxista, la sociología crítica, los estudios de comunicación, los estudios culturales, la semiótica y la ciencia política, en un marco de la posmodernidad, nos proporcionó las herramientas para comprender la infraestructura material que subyace a la comunicación, desafiando la noción de unos medios de comunicación autónomos, transparentes o de por ejemplo un periodismo puramente al servicio del interés público.
Hoy nos enfrentamos a desafíos igualmente graves en la esfera comunicacional: una fuerte denuncia aparece en escenarios conservadores sobre la falta de pluralidad de voces, la restricción al acceso a la información verdaderamente diversa, la coacción de la libre expresión (como la cultura de la cancelación), o la monotematización de los productos de la industria cultural y del entretenimiento.
Así, desde esta propuesta, los nuevos actores de esta nueva configuración del poder y sus intereses han cambiado. El centro de gravedad del poder simbólico ya no recae solo en los conglomerados mediáticos tradicionales y sus dueños, sino en una red de agentes transnacionales o agencias multilaterales con un alto impacto capital simbólico: instancias como Naciones Unidas (y sus organismos internacionales), organizaciones filantrópicas de gran influencia (como Open Society Fundation o la Fundación Bill y Melinda Gates) y un grupo significativo de ONG.
Estos actores ejercen una nueva forma de autoridad superior a través de la legitimación de discursos y la difusión de valores culturales y otros bajo la idea de "democracia", lo que nos exige trascender el análisis de la propiedad para enfocarnos en una especie de “cultural política de la comunicación”.
La evidencia del desplazamiento de poder es palpable en la esfera simbólica. Basta con examinar el campo discursivo que acompaña a los grandes temas o relatos contemporáneos (raza, género, cambio climático, feminismo, diversidad, inclusión, etc). Observamos una fuerte y polarizada oposición de las audiencias frente a las propuestas de contenidos en estos temas en medios hegemónicos internacionales (como BBC, CNN, DW) y nacionales (como Semana, El Tiempo, El Espectador o La Silla Vacía), por sólo mencionar algunos significativos en términos de audiencias en la esfera del periodismo.
Este conflicto ideológico no se limita a las noticias; se irradia a la industria cultural y del entretenimiento. Se manifiesta en las propuestas temáticas de las plataformas de televisión por streaming y las productoras de cine y televisión, donde el capital simbólico parece querer legitimar ciertos valores culturales que se disputan y debaten con intensidad constantemente. Esta migración del centro de gravedad del poder - del control económico y a veces social directo a la imposición de un nuevo sentido común y valores a través de la cultura y las narrativas que circula en la sociedad alimentadas mediáticamente- se ha dado en llamar por las nuevas derechas como “Batalla Cultural” y confirma la necesidad urgente de su observación y análisis por parte de los estudios en comunicación.
Por eso, si bien una de las definiciones clásicas de la disciplina se centra en la “concentración cada vez más fuerte de la propiedad de los medios de comunicación” (Mosco, 2009), una nueva definición que pueda acoger este nuevo conflicto podría añadir por ejemplo una más -en construcción- para estos casos: la concentración cada vez más fuerte y unidimensional de la dirección simbólica y discursiva de los medios, cuyo efecto principal reside en la esfera cultural.
La migración del poder y el geoglobalismo
La primera definición, la tradicional de la EPC y otras que le han seguido, deriva de las condiciones económicas y políticas propias del capitalismo corporativo y las lógicas de los mercados globales, donde las grandes corporaciones mediáticas tienen el protagonismo.
La segunda propuesta, obedece a los usos y condiciones ideológicas y políticas (aunque con obvias repercusiones económicas) de las lógicas de un geoglobalismo. En este marco, el poder simbólico es ejercido por instituciones transnacionales que en términos de Bourdieau, han acumulado un inmenso capital simbólico
Siguiendo a Mosco (2009) en su atención al devenir histórico, la propuesta de acción a futuro de la EPC no es una simple revisión; es una adaptación necesaria a las condiciones de la era contemporánea.
La importancia de esta mutación que ha llevado a esas batallas, se hizo visible en los debates que siguieron a la crisis sanitaria de 2019, que polarizaron a la opinión pública. La discusión clave reside en la denuncia de una nueva forma de "gobernanza global" impulsada por Organizaciones Internacionales públicas y foros globales, que por ejemplo propusieron casi como norma global, las limitaciones a la movilidad y al libre desplazamiento, en contra de los textos de muchas de las constituciones de los Estados.
La tesis en disputa aquí quiere mostrar la posibilidad de que unas estas élites simbólicas quieran imponer un sujeto universal y abstracto, haciendo que el demos (el pueblo particular) ceda ante una lógica de inclusión totalitaria, el que todos, por fin, somos “incluidos”, como lo explica el activista neoconservador Agustín Laje (2024). Se trataría de un proceso contemporáneo de ingeniería social que rediseñaría la organización internacional de los estados, suplantando antiguos principios y valores por una nueva moral que se difunde y financia profusamente y a la que los buenos ciudadanos deben adherirse. Para este fin, se estarían utilizando estratégicamente a los medios de comunicación (desde corporaciones internacionales hasta influencers locales) como nuevos aparatos ideológicos de reproducción simbólica, agenciando lenguajes, discursos y nuevas prácticas sociales e interpersonales que legitiman el nuevo orden y lo solidifican desde la base social.
La mercantilización del sentido común
Mosco (2009) propone tres puntos de entrada en los casos de revisiones o reformulaciones: La Mercantilización, la Espacializacion y la Estructuración. Para objeto de este ensayo me referiré sólo a algunos de los elementos constitutivos de estos tres puntos de entrada sobre los que una revisión y propuesta posterior más extensa puede trabajar para ir dando forma a este posible nuevo modelo. Encontramos algunas coincidencias y divergencias que ayudan a ir definiendo la propuesta ya expuesta arriba, haciendo énfasis en los aspectos culturales y simbólicos.
En esta nueva configuración, el beneficio que impulsa a la acción ha mutado. Se observa en las propuestas de las batallas culturales que ahora no se trata únicamente de las ganancias económicas directas para las empresas mediáticas, plataformas de streaming, influencers o la industria del entretenimiento, ni tampoco de los beneficios ideológicos tradicionales para los poderes o los Estados.
El verdadero beneficio que se busca y que se acumula en los nuevos agentes con gran capital simbólico residirían en la obtención de adhesiones ideológicas globales sin reparos a las "buenas prácticas sociales", a lo "políticamente correcto", y a la norma social impuesta.
El objetivo es encontrar legitimación cultural, garantizando que el nuevo discurso hegemónico se integre en la conciencia social. Este capital es, en última instancia, elaborado tradicionalmente desde los niveles nacionales, y posteriormente es el motor que permite la reproducción del sistema, ahora global.
De ser así, uno de los motivos por el cual a estos nuevos actores transnacionales (fundaciones, ONG, organismos globales) no les interesa primordialmente el capital económico, pues ya lo poseen, es que van por de capital simbólico y la legitimación cultural que garantiza la reproducción del sistema. El dinero que tienen se invierte para financiar la estructura por medio de programas como erl marco ESG (Ambiental, Social y Gobernanza). Este conjunto de criterios no sería sólo una moda financiera, sino un mecanismo político-simbólico impulsado por instancias como las Naciones Unidas, a través de iniciativas como los Principios para la Inversión Responsable (PRI) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y cofinanciado por influyentes organizaciones filantrópicas.
Se interpreta que el rol de estos agentes transnacionales no sería la ganancia económica directa, sino la acumulación de legitimación cultural y la imposición de un sentido común global. Los dineros invertidos en el sistema mediático y otras instancias de la sociedad como la educación, esperarían ser traducidos una "nueva moral" y unas "buenas prácticas sociales" en criterios a veces de obligatorio de cumplimiento para el capital corporativo, como la reciente resolución de la haya de octuibre de 2025 sobre medio ambiente y cambio climático. De este modo, si esto es así, el sistema ESG es uno de los ejemplos que ayuda a demostrar cómo el poder ha pasado de la propiedad de los medios de producción a la dirección o administración simbólica, y de cómo ese capital debe operar y en qué narrativas debe invertir, obligando así a las élites económicas tradicionales a adherirse a la agenda de la gobernanza global.
Esta mutación que se presenta en los protagonistas del sistema, resulta crucial para entender los nuevos fenómenos, porque altera las lógicas de las relaciones de poder y genera nuevas dinámicas de conflicto ideológico.
Se observa, por ejemplo, que lo que históricamente se conocía como movimientos de resistencia —cuyas voces lograban visibilidad a través de medios alternativos y a veces corporativos—, ahora constituye la masa central del nuevo mainstream. Este nuevo mainstream, al poseer y articular el capital simbólico dominante, ha comenzado a ejercer una hegemonía cultural. Por lógica dialéctica, a este nuevo centro de poder simbólico le ha emergido una nueva "resistencia", invirtiendo los roles tradicionales de la lucha política y cultural. Esta inversión pone también de manifiesto la necesidad de analizar el poder no solo desde la economía, sino desde la esfera de la legitimación cultural.
La parte de este nuevo poder que se denuncia, estaría representado por ejemplo en la capacidad de alterar identidades locales, nacionales o regionales, impactando dimensiones específicas de la vida social.
Si seguimos una argumentación conceptual desde el marxismo veremos como la lógica de la explotación habría migrado del ámbito estrictamente material al simbólico.
Si en el capitalismo clásico el trabajador entregaba sus horas de labor a cambio de un salario, hoy lo que la audiencia y el consumidor entregan es su capacidad crítica, su identidad y sus valores preexistentes.
Esta nueva forma de explotación se manifiesta, no en la relación factual de la jornada laboral, sino en la colonización de dimensiones simbólicas clave: las relaciones afectivas, la vida familiar, la autonomía del pensamiento y el sentido común. El objetivo primordial de los nuevos agentes no sería ya la conciencia de las horas de trabajo, sino la obtención de adeptos y la adhesión ideológica sin reservas.
Esta estrategia de unificación y estandarización de valores globales tiene efectos profundos de desorientación y disociación. La fetichización, un concepto también trabajado allí, ahora se presenta con renovada potencia al adquirir o consumir determinados productos mediáticos. Esta fetichización cultural estaría impulsada por las estrategias avanzadas de la comunicación política y de marketing, que operan como aparatos ideológicos de reproducción simbólica para imponer una nueva moral global.
La espacialización y el espacio global del consenso
La espacialización en la perspectiva que aquí se expone resulta tan determinante como lo fue para la EPC clásica, pues compete igualmente al espacio global de la comunicación. No obstante, en la actualidad, este espacio se caracteriza por una serie de políticas y contenidos unificados y estandarizados como lo habría denunciado Adorno y Horkheimer en su Dialéctica del Iluminismo (1965). La conexión global de los medios no se logra primariamente por la expansión del capital, sino por la homogeneidad del mensaje y sus contenidos simbólicos.
Como se indica en la EPC, la espacialización no aniquila el espacio, sino que transforma las relaciones espaciales entre las personas, los bienes y los mensajes, y se transforma a sí misma (Mosco, 2009, citando a Lash y Urry, 1987). En el contexto del avance tecnológico actual, el debate clásico espacio-tiempo parece prácticamente superado. Una vez resuelto el problema de la transmisión del signo a la velocidad de la luz (Debray, 2000), la principal tarea es asegurar los canales para la difusión unificada de la institucionalidad global.
Para la construcción de este nuevo modelo, sería pertinente tener en cuenta los procesos de desmaterialización de la sociedad, al estilo de las reflexiones de Bauman (2003), la era digital como marco tecnológico regulador de las nuevas relaciones de poder al estilo propuesto por la Mediología, pues así como el capítulo de las nuevas tecnologías no es ajeno a la EPC (Zallo, 2011), desde las propuestas de Debray (2000) se pueden dar luces sobre cómo se está configurando el nuevo poder transnacional en una sociedad digitalizada, y qué posibles efectos puede tener en la configuración de una nuevo orden mundial, o en términos de la Mediología, en una nueva mediásfera.
La Investigación pendiente para la EPC
El estudio de estas nuevas estructuras organizativas requerirá para los investigadores aventurados una investigación profunda y rigurosa. Se necesita aprovechar el potencial de una sociedad de datos abiertos y la Inteligencia Artificial Generativa para desvelar: Las estructuras organizativas de los nuevos agentes simbólicos, sus fuentes de financiamiento y alcances regionales, sus agendas temáticas y los elementos que componen su estructuración ideológica y su accionar sobre la sociedad global y la vida cotidiana de las personas, analizar los mensajes y evaluar el porqué del choque cultural.
Manifestaciones contemporáneas de la influencia cultural
Ejes temáticos y el campo de batalla simbólico:
Existe una coincidencia con Mosco (2009) en los ejes de la estructuración social: clase social, raza, género, medio ambiente, feminismo y hegemonía. A estos se suman temas cruciales en el discurso global contemporáneo, tales como familia, religión, educación escolar, diversidad, inclusión o multiculturalidad.
Sin embargo, al ser analizados desde la perspectiva que aquí se abre, estos ejes adquieren una nueva dimensión analítica al enfrentarse a los movimientos de resistencias neoconservadoras. Este choque constituye el campo de batalla simbólico y cultural cuyo estudio se propone investigar.
La reconfiguración del poder hacia el capital simbólico no se limita a una abstracción teórica; sus efectos parecen manifestarse de manera palpable en el sistema global de comunicación como señalamos arriba y en esferas tan diversas como la gobernanza, la geopolítica y la economía.
Se observa cómo esta dinámica opera en la práctica, revelando nuevas formas de influencia y, a su vez, exponiendo zonas que permanecen veladas para una crítica anclada en concepciones tradicionales del poder.
Las empresas y los medios de comunicación en la actualidad, ya sea por una agenda estratégica, por una financiación externa que ayuda a solventar las crisis económicas y de credibilidad por las que pasan, o impulsados por las mareas culturales contemporáneas, han trabajado meticulosamente en construir estos capitales simbólicos para legitimarse en el marco de acciones sociales distinguibles y culturalmente loables (como el marco ESG, por ejemplo). Desde la tesis que se presenta aquí, este esfuerzo consolida la hegemonía de una nueva moral global.
Para una investigación futura que deseé desentrañar las complejas dinámicas de poder que migran del capital económico al capital simbólico, aparte del enorme trabajo de la EPC, incluyendo su modelo culturalista y herramientas por ejemplo de la semiótica para analizar los contenidos, resulta pertinente apoyarse en herramientas conceptuales ya desarrolladas, aunque paradójicamente provengan de distintas orillas ideológicas. La particularidad de la aproximación que aquí se propone radica en aplicar los marcos analíticos de Luis Ramiro Beltran, Pierre Bourdieu, Michel Foucault o Jean-François Lyotard para iluminar el nuevo centro de gravedad del poder comunicacional. Unas vías de observación y análisis pueden ser estas:
El Capital Simbólico como fuente de legitimidad y beneficio (Bourdieu)
Así, se propone utilizar el concepto de Capital Simbólico desarrollado por Bourdieu, pero llevándolo a otro plano para analizar no sólo la acumulación de prestigio, honor y autoridad moral por parte de los nuevos agentes transnacionales (fundaciones, ONG, organismos globales). Este capital no es meramente un status, reconocimiento o una cualidad, sino una fuerza social acumulada que permite a estos actores imponer una visión del mundo como legítima y distinguida, ocultando la arbitrariedad de sus propias agendas. El capital simbólico, al convertirse en la moneda de cambio hegemónica, facilita la obtención de adhesiones ideológicas sin necesidad de la coerción económica directa. En la propuesta que se hace aquí, el capital simbólico es la fuerza de la base de las sociedades, su cultura acumulada, convertida a moneda de cambio.
Saberes-Poder y la normalización del discurso
Desde el marco de Foucault, (1976, 1979) se entiende que el poder no es una entidad estática, sino una red de saberes y poder que operan para normalizar y disciplinar la conducta y el discurso social. En la nueva configuración, los medios de comunicación y las plataformas culturales actúan como espacios donde se articula una verdad institucionalizada (por ejemplo, sobre temas de raza, género o medio ambiente) que no sólo se difunde, sino que vigila y sanciona el disenso. Visto desde la sociología funcionalista también podría apoyarse en conceptos como Contagio Social, o la Espiral del Silencio. La cultura de la cancelación, por ejemplo, puede ser observada como un mecanismo disciplinario que garantiza la adhesión a la norma social impuesta, ejerciendo poder no a través de la ley, sino de la exclusión discursiva.
El Diferendo y el silenciamiento de voces (Lyotard)
El concepto de diferencia o diferendo propuesto por Lyotard permite analizar las situaciones en las que una voz se silencia debido a que resulta incompatible con el medio o el género del discurso dominante. En el contexto de la EPC, esto se manifiesta cuando las voces disidentes (la "nueva resistencia") no pueden ser simplemente refutadas, sino que son marginadas porque su lenguaje y sus preocupaciones no son reconocidos como válidos o siquiera audibles dentro del marco hegemónico del capital simbólico. Se produce un silenciamiento por incompatibilidad al operar regímenes que se considerarían no aceptables por la institucionalidad global.
A continuación, se proponen algunos ejemplos globales que ilustran cómo la estructuración del poder simbólico aparece y cómo ejerce su influencia, incluso desde discursos asociados con la tradicional crítica social en la comunicación, desafiando como investigadores en comunicación nuestras categorías analíticas preestablecidas.
La "Cultura de la cancelación" y la reconfiguración del discurso público
En los últimos años, el fenómeno de la "cultura de la cancelación" ha aparecido como un mecanismo que intenta regular los discursos públicos. En estas acciones se lleva a la deslegitimación y al ostracismo a figuras públicas o simples ciudadanos por expresarse libremente fuera del marco socialmente aceptado, o por acciones consideradas inaceptables. Aquí se ilustra cómo el poder se ejerce a través del valor simbólico.
El valor simbólico es central en la "cultura de la cancelación" al establecer un código moral y discursivo que define lo que es "aceptable" en la esfera pública. Es la cultura de lo políticamente correcto, de un “buenismo” imperante, que... posiblemente esta propuesta pueda enfrentar.
Quienes son "cancelados" pierden este capital simbólico, Bourdieu (1988), siendo excluidos no por una lógica económica, sino por una sanción cultural.
Se establecen nuevos "saberes - poder", Foucault (1979) que definen y normalizan discursos sobre la justicia social y la inclusión. Este poder disciplina las expresiones, limitando lo que puede ser dicho sin incurrir en deslegitimación.
Se producen "diferendos" Lyotard (1988) cuando las explicaciones o defensas de las figuras "canceladas" no son juzgadas en un plano de igualdad discursiva, sino silenciadas o descalificadas por no ajustarse al régimen dominante.
La Adopción de la "diversidad e Inclusión" (Wokismo)
Grandes corporaciones globales han intensificado la promoción de las diversidades con énfasis en la sexual, la inclusión, la multiculturalidad y la sostenibilidad en sus contenidos y estrategias de marketing. Este "wokismo capitalista" enfocado en los ejes ya expuestos, son ejemplo de la primacía del valor simbólico, dado que se pide una aceptación bajo un marco de enfrentamiento.
Este valor simbólico se alinea con causas progresistas y se ha convertido en un activo central para las empresas (capitalistas) a través del cual acceden a recursos nacionales e internacionales.
Las empresas que adoptan estos valores, acumulando capital simbólico y una licencia social para operar que trasciende el beneficio económico. Los consumidores, al elegir estas marcas, eventos, campañas, medios, sienten que participan felices en un consumo de valores.
Se establecen nuevos "saberes-poder", Foucault (1976) que normalizan ciertos discursos sobre la identidad y la moralidad, regulando sutilmente las expectativas sociales y familiares y de interacción humana, y las percepciones de lo "correcto".
La Inversión ESG (Ambiental, Social y de Gobernanza) en la economía global. El auge de la inversión ESG, donde los criterios ambientales, sociales y de gobernanza se integran en las decisiones financieras, ilustra cómo los valores simbólicos influyen directamente en la economía global y en políticas programáticas de todo tipo de entidades.
Se genera legitimidad (Bourdieu) para los actores financieros que se alinean con estos estándares, legitimando sus prácticas y atrayendo capital "moral". La desinversión en empresas no-ESG puede deberse a la pérdida de este capital simbólico.
Se establecen nuevos "saberes-poder" (Foucault) que definen lo que es por ejemplo una inversión "responsable" o una economía "sostenible", ejerciendo con este nuevo conocimiento una influencia disciplinaria sobre el comportamiento desde el capital global, hasta el consumo particular de las personas.
Se producen "diferendos" Lyotard (1988) cuando las críticas a la inversión ESG por ejemplo, los bonos verdes, las huellas de carbono. aparecen desviando la atención de problemas sistémicos, son descalificadas por no ajustarse al régimen que habla de la "sostenibilidad" y la "responsabilidad", silenciando otros debates.
La "diplomacia de valores" y la geopolítica de los Derechos Humanos y la democracia
La promoción de la "democracia", los "derechos humanos" y el "estado de derecho" como pilares de la política exterior por parte de ciertos actores globales, evidencia la influencia de valores simbólicos en la geopolítica.
El valor simbólico es crucial, ya que la adhesión a estos "valores" se convierte en capital simbólico en el escenario global. Los países que los promueven o cumplen ganan legitimidad y una autoridad moral que les permite ejercer influencia, más allá de su poder militar o económico. Los que no, pierden este capital y son marginados en el concierto internacional.
Se establecen nuevos "saberes-poder" Foucault (1976) que definen lo que es un "actor internacional legítimo", disciplinando no sólo ya a las personas, sino también a los estados y sociedades bajo el paraguas de una "moralidad" internacional.
Algunos de los temas sobre los que trabajan estas prácticas pueden ser legítimos, pero quedan desvirtuadas por el uso de los mecanismos de opresión o miedo, mistificación de nuevos valores simbólicos sobre la sociedad, administrados en los medios de comunicación, cegando el razonamiento.
Estos ejemplos revelan un desafío analítico para la crítica tradicional. La adhesión a ciertos discursos, a menudo asociados con la izquierda y percibidos como inherentemente emancipadores, genera una limitación en la capacidad de crítica profunda hacia estas nuevas formas de influencia. Es fundamental recordar que la labor crítica no implica una afiliación ideológica, sino la capacidad de vislumbrar y descifrar las realidades del poder circundante.
Al operar bajo el supuesto de que la fuente de este poder simbólico que vemos en los sistemas de comunicación actual es intrínsecamente benigna, se obstaculiza el reconocimiento de cómo la instrumentalización de estos valores puede, paradójicamente, generar nuevas jerarquías, distinciones, mecanismos de control social, o lo que se ha señalado con más énfasis aquí: conflictos en la sociedad al estilo de la Batalla Cultural, lo que merecen una vigilancia crítica constante. Esta dificultad para la autocrítica en los análisis quizás se deba a su compromiso con ideales de justicia y progreso, pero que constituye el punto ciego para disciplinas como la EPC.
¿Una nueva disciplina?
La perspectiva planteada aquí puede resultar incómoda para los teóricos anclados en la EPC clásica, pero, simultáneamente, se presenta como iluminadora para desentrañar ciertos interrogantes que han permanecido sin resolver en el pasado y que ahora parece más evidentes.
Si la EPC, debido a sus orígenes y raíces ideológicas, se encuentra imposibilitada para asumir el reto de abordar este nuevo espacio de estudio del poder, se requiere ceder el análisis a una nueva disciplina. Se propone denominarla Cultural Política de la Comunicación (CPC) o Ideología Simbólica de la Comunicación (ISC)
Esta nueva rama, modelo o disciplina examinaría las relaciones que los organismos transnacionales establecen sobre estructura de la comunicación, la cultura y la sociedad: la forma y los objetivos con que se financia a los medios para ser proclives a sus intereses; cómo se diseñan agendas conjuntas para crear ambientes propicios para la aceptación de sus intereses en la sociedad; y, crucialmente, cómo este trabajo coordinado entre organismos internacionales, Estados, medios de comunicación e industrias culturales ha chocado contra las culturas, tradiciones y el sentido común de buena parte de la sociedad. Este conflicto genera divisiones sociales enmarcadas en lo que se ha denominado una Batalla Cultural.
Crisis del financiamiento y el mainstream
Con todo, sin embargo para las empresas mediáticas el problema quizás siga siendo su sostenibilidad en varios niveles.
Se considera pertinente lo señalado por Ramón Zallo (2011) cuando señala que gran parte de los estudios en la EPC han sido financiados por organismos internacionales, o en primera instancia, por universidades e institutos que a su vez dependen de ONG u organismos globales. Resulta necesario plantear si, detrás de sus posturas, enfoques y temáticas, existe un interés particular que compromete su autonomía, o si, sí estarían en la posibilidad de desarrollar investigaciones con estos enfoques. Los estudios que no son financiados de esta manera, a pesar de sus posturas, pueden responder de todas maneras al nuevo mainstream. Se establece que las posturas críticas de ayer son, en realidad, la nueva corriente dominante.
Esta dinámica también puede sugerir que los medios y corporaciones mediáticas operan en contravía de sus originales intereses corporativos (económicos), supeditando la ganancia monetaria inmediata al imperativo de la acumulación de capital simbólico impuesto.
Conclusiones
1. Migración del poder al Capital Simbólico
El poder hegemónico presenta una migración del interés por el capital económico a la explotación del capital simbólico, enfocándose en la colonización de la conciencia y el sentido común, donde los nuevos actores actúan desde un marco de gobernanza global
2. El Nuevo mainstream
La crítica ideológica tradicional pertenece este nuevo mainstream, lo que le dificulta apreciar el fenómeno.
3. La lucha por la libertad
Si vamos a verlo desde el campo de lucha, tendríamos que verlo no como una reacción ideológica, sino una lucha esencial por la autonomía frente una gobernanza simbólica. El propósito final para un nuevo modelo de EPC sería que la sociedad y los individuos conserven la libertad de autodeterminación, el libre pensamiento y la capacidad de disenso.
Referencias
Horkheimer, M., Adorno, T. (1965). Dialéctica del iluminismo. Buenos Aires, Argentina: Sur.
Zallo, R., Mosco, V., Schlesinger, P., Tremblay, G., Bustamante, E., Mattelart, A., ... & Crovi Druetta, D. (2011). Poder, medios, cultura. Una mirada crítica desde la economía política de la comunicación. Paidós.
Debray, R. (2000) Introducción a la Mediología, Paidós, Barcelona.
Bourdieu, P. (2016). La distinción: criterio y bases sociales del gusto. taurus.Foucault, M. (1976). Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores.
Varela, J., & Alvarez-Uría, F. (1980). Michel Foucault Microfisica Del Poder. La Piqueta, Madrid.
Laje, A. (2025) Globalismo. Ingeniería social y control total en el siglo XXI. Harper Enfoque.
Lyotard, J. F. (1988). La Diferencia. Gedisa.
Mosco, V. (2009) La Economía Política de la Comunicación. Reformulación y Renovación. Bosh, Barcelona.
Zallo, R. (2011) Retos actuales de la economía crítica de la comunicación y la cultura. Paidós, Buenos Aires.
Zallo, R. (2011) Estructura de la comunicación y de la cultura. Políticas para la era digital. Gedisa, Barcelona.




